lunes

LAS NARRACIONES. SUS COMIENZOS

Auténtica de la Estepa
Hace poco me enteré de que Luisito había muerto y que, como consecuencia de ello y de no haber tenido hijos, sus sobrinos, cual buitres sobre la carroña, habían entrado en litigio porque todos se creían en el derecho individual de heredar el piso donde su tío había pasado los últimos años de su vida en la más completa soledad, por cierto.
En realidad el piso había pertenecido a su mujer, Micaela, que a su vez lo heredó de su tía Matilde, muerta en dudosas y sospechosas circunstancias nunca demostrables…

Cyrano Depardieu
Mi familia y yo abandonábamos París. Habíamos permanecido allí durante dos semanas y media, en una casa confortable del distrito 9, por el boulevar de Bonne Nouvelle. Nuestro apartamento era interior y en el mismo descansillo descubrí que vivía Gérar Depardieu. Faltaban unas semanas para que interpretara Cyrano de Bergerac; aunque en su país era conocido, éste fue el papel que le catapultó a la fama en el mundo cinematográfico internacional. La ventana de su habitación daba al mismo patio que la mía y yo le veía todas las noches estudiar su papel del famoso espadachín narigudo…

La caracola
A finales del siglo pasado, una historia que sólo conocía la gente de mar saltó a tierra firme en el puerto de Cantón, y allí la inmortalizó una escritora danesa que tenía amigos en la corte de Francia. Estas personas, que de jóvenes habían conocido a la heroína de la historia cuando estuvo viviendo con su padre en el gran mundo de Napoleón III, fueron mis antepasados, y por ellos he sabido que entre ella y la emperatriz Eugenia existió una gran amistad que se mantuvo a lo largo de los años por pedio de una asidua correspondencia…

La dama del expreso
Hacía cinco días que había sido Navidad y, cosa rara, aún no había nevado en el pueblo. En la estación, el jefe rellenaba mecánicamente los billetes de los pocos viajeros que esa noche se dirigían a la ciudad. Antes de que llegara el expreso, se acercó a la estufa a echar unos troncos y una pala de carbón, después se recompuso los manguitos y se ajustó la gorra mientras pensaba: “ya no vendrá nadie, la lluvia arrecia tanto y el viento es tan frío que sólo a un loco se le ocurriría presentarse hoy”.
Pero se equivocó….

La luna como un espejo
Tendida en la cama, Gabriela se debatía entre la vida y la muerte. Un dolor intenso y constante nacía en su vientre y se extendía por todo el cuerpo. Ya no le hacían efecto los calmantes, pero no importaba. Ya no importaba nada. Hacía unas horas había oído cómo el doctor informaba a su familia de que el desenlace era cuestión de tiempo y de su resistencia física. Se había hecho todo lo que se podía hacer y todo había sido en vano. Aún así, eso no era lo malo. Ese sufrimiento, el físico, tan insoportable, estaba próximo a acabar, sin embargo, lo peor, lo que más la estaba haciendo sufrir era, no sólo que ya nunca más le volvería a ver a él en este mundo, sino que se iría sin despedirse, sin haber podido decirle una vez más cuánto le amaba, sin poder volverle a susurrar quedamente esas palabras que aún lograban estremecerla al cabo de tantos años, de tanta angustia, de tantos encuentros clandestinos…

Llegarán los años
En la lejanía las montañas eran azules y se iban tornando pardas según se acercaba la vista. Que yo recuerde, siempre fue así, igual que el viento del norte, que cortaba la cara y frenaba el paso en esos días de primavera bien entrada, en los que todavía el pueblo olía a leña y la gente se lo pensaba dos veces antes de salir de casa.
Una noche hubo ruidos de cosas que chocan al caer y gritos que no entendí en la cocina. Por aquellos días la puerta siempre estaba cerrada y mi hermana y yo nos imaginábamos a mis padres disputando tras ella…

Una mujer de armas tomar
Maru era una mujer de armas tomar, de ésas que, con sólo mirarte, sabes que si se la haces, se la pagas, por nimia que sea la ofensa. ¡Faltaría más! Lo malo es que una vez se pasó de lista y tuvo que acatar las consecuencias.
Maru era de familia bien, como se decía entonces. Ella no es que fuese la oveja negra, pero era ambiciosa a la par que poco dada a los estudios…

Por el Mediterráneo de tus ojos
Niccolo de Arezzo, del que sólo se conoce una Última Cena inconclusa, ahora medio abandonada en los sótanos de una galería florentina, podría haber sido uno de los grandes del Renacimiento. Hambriento de triunfos, cuando unos frailes le propusieron la realización de esa obra para su refectorio, creyó que las puertas de la fama se abrían de repente y no se le ocurrió otra cosa que convertir esa tarea en un reto:
―Si no consigo que el rostro de Cristo sea imagen de la bondad y el de Judas reflejo de la calumnia y la traición, me cortaré la mano derecha ―sentenció, llevado por el entusiasmo…

Primer amor
Hace unas semanas, antes de ir a la cuadra con padre para ver cómo ordeña las vacas, pasamos por la casa rota. La casa rota era del abuelo y ha estado cerrada muchos años. Padre decía que antes de que llegaran a ella unos veraneantes de la capital teníamos que quitar las telarañas y el moho que había por las paredes y después pintarla un poco para que no pareciera tan vieja. Yo opiné que también habría que tirar la cama grande, que crujía mucho la última vez que estuve saltando sobre ella, y el grifo del lavabo, que sólo echa agua de color marrón, pero él dijo que no, que no, que con el uso volverían a estar perfectamente y no sería necesario…

El armario azul marino
Carmen, con sus ojos risueños, la piel transparente y tan frágil como una muñeca de cristal, había llenado la vida de Cecilia durante los últimos años. Pendiente de su madrina, de la Pallina como todos la habían llamado en la familia, los días se le habían hecho más llevaderos y menos vacíos. Ahora la Pallina había muerto. Parecía que ese suceso nunca ocurriría, que ella se libraría de tan fatal destino, pero no fue así y acabó sucumbiendo, como tantos otros lo hicieron antes o lo haremos después. La Pallina había muerto y con ella todo lo que le quedaba a Cecilia de su vida infantil, adolescente, juvenil y ya de la madura…

Tarde de Carnaval
Durante los últimos años de su existencia, Eliana Durán se dedica a ordenar sus papeles y fotos a la manera en que lo hacía en la oficia en la que estuvo trabajando hasta que se jubiló. Creo que con ello intenta organizar también la que fue su vida. No sé si lo consigue: tiene muchos recuerdos, pero su retentiva cada vez es más corta. A veces le cuento una anécdota que sé que fue suya y no logra ubicarla en su pasado. Quizá sea un alivio para ella no sólo no recordar su biografía, sino haber olvidado situaciones peliagudas de otra época…

Alma de marinero
Tenía alma de marinero, como el de la canción, tal vez por eso no aguantaba mucho en el mismo sitio y tenía que viajar constantemente, no sólo para conocer lugares nuevos o exóticos, sino también a las personas, y más concretamente, a las mujeres, que eran, como él decía, su debilidad y, como decían los demás, su perdición…

La mano más hermosa

Un hombre le pidió a otro la mano de su hija y la recibió en una caja. La sacó. Era blanca y fría, había perdido toda la sangre y se notaba que las uñas habían sido limadas y pulidas cuidadosamente. El tajo también había sido limpio,…

No hay comentarios:

Publicar un comentario